Las más recientes protestas en Cuba evidencian un ascenso en los grados de quiebre entre el régimen y el pueblo en el plano de la legitimidad. En esto coinciden tres analistas consultados por DIARIO DE CUBA al calor de manifestaciones generadas por el hartazgo de una crisis enquistada y agudizada por el colapso del sistema electroenergético nacional y los consecuentes apagones.
El politólogo e historiador Armando Chaguaceda señala que, aunque se
"necesita tener datos reales del nivel de apoyo o no apoyo al Gobierno
para tener una opinión fundada", sí hay muestras de ruptura.
"Lo que sí se evidencia, en un país que criminaliza el disenso,
donde se ha aprobado un nuevo Código Penal (que sustenta esta criminalización),
donde hay más de 1.000 personas presas por manifestarse, es que hay un nivel
alto y creciente de ruptura en el plano de la legitimidad".
"La legitimidad es algo que se ha erosionado mucho. Ves que la
gente increpa a los funcionarios, no les cree, se mofa de ellos sabiendo el
costo que tiene, la represión, que es lo que más se ha incrementado", dice
Chaguaceda.
"Básicamente, sí hay un creciente nivel de ruptura, de desconexión
entre el Gobierno y buena parte del pueblo, aunque también el pueblo es una
categoría difusa; ahí está parte de esa población que por razones ideológicas o
de prebendas sigue apoyando a ese Gobierno, pero creo que hay una parte mucho
mayor que lo deslegitima", señala.
Para Chaguaceda, "la crisis electroenergética en sí misma no va a
llevar a ningún derrocamiento del régimen, porque para eso se necesita de otros
factores, más presión externa, rupturas dentro de la elite (del castrismo), más
coordinación de las protestas, pero todos son elementos que suman a una crisis,
a un modelo que está agotado".
Subraya que se está viendo "un repertorio de protestas,
cacerolazos, consignas, bloqueos de calles, típicamente de protesta popular a
nivel mundial y latinoamericana que (los cubanos) están incorporando" y
que "no dejan de ser pacíficas".
Para el politólogo, esto "es otro dato importante, las protestas
son mayormente pacíficas, transversales, cruzan una gran cantidad de demandas,
desde bienes y servicios hasta demandas de derechos, libertad, y sí se puede
ver como una continuidad" de las manifestaciones del 11 de julio de 2021.
"Las protestas llegaron para quedarse, porque si después de un año
particularmente represivo, la gente hace esto, y no solo por lo inmediato, no
solo porque no tiene luz, creo que es importante entender que llegaron para
quedarse. La gente ha aprendido a dejar de ser mera población y está empezando
a ser ciudadanos", afirma.
Por su parte, el opositor cubano Manuel Cuesta Morúa considera que
"la ruptura es total" y amplía: "la ciudadanía y el Gobierno
forman dos universos paralelos conectados por los débiles hilos de
redistribución de la pobreza y los fuertes de la represión".
"Hay tres niveles de quiebre sin retornos: el ideológico,
actualizado por los datos negativos del referendo; el psicológico, en la
creciente pérdida del miedo, y el moral, que vemos claramente en la permanente
desacreditación social del Gobierno", señala.
Para Cuesta Morúa, "la primera caída del régimen ya se
produjo" y "es su derrumbe moral".
Para el analista, la crisis en Cuba "ya estaba normalizada" y
"ahora se tensa la normalidad de la crisis por el colapso de las opciones
del Estado".
"Esta tensión rompe en algunos puntos esa normalidad con el mayor
éxodo migratorio en cualquier tramo de la historia de Cuba, con la represión
desbordada hacia la ciudadanía, ya no solo a los actores de la sociedad civil,
y con las solicitudes de emergencia al mismísimo 'enemigo (EEUU)', esto último
un reconocimiento político del agotamiento estructural de la economía
cubana", explica.
El opositor no está seguro de que esta crisis energética lleve en sí
misma al derrocamiento del régimen.
"Sirve para mostrar su incompetencia, ahondando su deslegitimación,
y para disparar el hartazgo social públicamente manifiesto de la
sociedad", pero "en la caída de regímenes intervienen otros factores
también políticos que todavía no se han presentado en Cuba y, además, el Estado
tiene todavía un robusto sostén en los órganos de la policía política, de la
policía civil, del ejército y de la burocracia ideológica", señala.
Lo que sí cree Cuesta Morúa, como los otros dos entrevistados, es que
las protestas populares seguirán produciéndose.
"Desde el 11J no han cesado las protestas. Se han espaciado y
localizado, pero no se han detenido. Incluso frente a dos disuasivos potentes
como las largas condenas en prisión y el nuevo Código Penal. Han desbordado al
mecanismo de control básico de los regímenes totalitarios: la policía política,
pensada y montada para mantener a raya a los grupos cívicos organizados",
subraya.
En palabras de Cuesta Morúa, "es interesante como la rabia
acumulada se ha transformado en acciones de protesta pacífica ejemplares"
donde "la violencia ha sido la excepción".
"Hay una madurez cívica, más intuitiva que aprendida, que al menos
a mí me impresiona en una sociedad que, por otra parte, muestra rasgos claros
de violencia interpersonal. Las palabras de las protestas son doblemente
significativas: demandar la solución de necesidades básicas demuestra que nos
hemos convertido en actores racionales que medimos y criticamos la gestión del
Estado y del Gobierno a partir de su capacidad de gestión y solución. Al mismo
tiempo, al exigir libertad y respeto a los derechos, estamos comportándonos
como gente cívica y consciente de lo que nos distingue y separa del Gobierno.
Este retorno de la protesta social cada vez más pacífica es un aprendizaje de
ciudadanía en movimiento. Una garantía del futuro democrático", estima.
El periodista Boris González Arenas, por su parte, no tiene claro
"si es o no el momento de la ruptura definitiva", pero sí que el
nivel de ruptura entre el Gobierno y el pueblo actualmente "es el más
grande después del triunfo del castrismo en enero de 1959".
"Tenemos en este instante un régimen absolutamente quebrado en su
capacidad de establecer vínculos con la ciudadanía y amparado, apoyado
únicamente en el poder de represión. En estos últimos tres años hemos vivido en
Cuba la peor etapa del régimen comunista, descontando siempre el horror y el atraco
que significó la década del 60", dice.
González Arenas cree "sin ninguna duda" que "están
creadas las condiciones para que haya una ruptura definitiva".
"En Cuba no hay, en este momento, nación afín al régimen comunista.
Digamos que hay reminiscencia, hay residuo en personas ancianas, en algunos que
otros, pero la mayoría de los que hoy se pueden decir comunistas o castristas
no son otra cosa que funcionarios, burócratas, personas adheridas al régimen
por algún tipo de interés", señala.
Por otra parte, no considera que exista una normalización de la crisis
en Cuba pese a su intensidad. Para González Arenas, "lo que sí pasa es
que, en cualquier entorno, cualquier tipo de crisis, las personas tienen que
seguir viviendo."
Ve la actual crisis del sistema electroenergético como "una
más", como parte de "un periodo de desastres cíclicos donde el mal
funcionamiento y la destrucción de la operatividad del régimen está provocando
desastres que eran absolutamente innecesarios". Pone el ejemplo de las
recientes catástrofes del Hotel Saratoga y el incendio en el depósito de
combustibles de Matanzas.
Para el activista, "toda protesta es una continuidad de un
ejercicio de oposición a las formas adversas de Gobierno de Cuba". Por
tanto, considera que las actuales manifestaciones son herederas del 11J,
"la expresión más grande de la adversidad, de la incapacidad del régimen
cubano para satisfacer las mínimas demandas de una ciudadanía que ha sido
llevada a mínimos de consumo por seis décadas".
"Hubo un estallido social y, como eso no se ha solucionado, pues se
mantienen estallidos esporádicos, frecuentes y periódicos a nivel
nacional", añade.
Para el periodista, "el pueblo cubano siempre ha sabido
protestar", pero el problema "ha sido la efectividad del régimen
totalitario en volver esporádicas las protestas y diseminarlas".
Cree que hay una "disposición mayor de la ciudadanía a oponerse al
régimen comunista" y también menciona "el acceso al fenómeno que ha
renovado el ejercicio de la democracia a nivel mundial que es internet, las
redes móviles y los nuevos sistemas de comunicación".
"Entonces, quizás no es que los cubanos están aprendiendo a
protestar, porque siempre lo han hecho, sino que los cubanos están aprendiendo
a conectarse, a unirse y a vincularse precisamente para quitarse por siempre
esta terrible tiranía comunista", concluye.
Vía: Diario
de Cuba