Estados Unidos se alista para una muy probable descertificación de Colombia en su lucha antidrogas


Todo indica que esta semana que entra Colombia será descertificada por las autoridades norteamericanas. De ocurrir, ello puede representar una reducción hasta de 50% o la pérdida total de las ayudas que recibe el país desde el norte. Conocido es el histórico respaldo millonario de Estados Unidos a Colombia por la lucha contra el narcotráfico.

Una descertificación de Colombia no ocurría desde los años noventa –solo ha habido una en 1996– y ello tiene al país entero consternado. Los mandatarios de las principales ciudades han planteado la necesidad de viajar a la capital estadounidense y el mismo ministro de la Defensa ha considerado útil un contacto directo con las autoridades de manera de evitar lo que considera un desastre. Sin embargo, el presidente Gustavo Petro es de los que estima que no es pertinente que los alcaldes participen en primera línea en asuntos que son de la consideración únicamente del Estado. Así es como desde la Casa de Nariño se negó el permiso de viaje al ministro de la Defensa.

El país ha recibido por décadas certificaciones sucesivas, pero los retrocesos en los tiempos de Gustavo Petro en el combate del narcotráfico y el sensible aumento de la superficie de tierras dedicadas al cultivo de la hoja de coca, así como el incremento de los envíos ilegales de narcóticos han llevado a las autoridades encargadas de monitorear estos procesos de poner un alto a la situación. Colombia tiene hoy el más alto nivel de producción de hoja de coca y de cocaína refinada desde que se iniciaron los seguimientos de Naciones Unidas en 1999. A esta fecha se cuentan 235.000 hectáreas cultivadas.

Más allá de las dicientes cifras, la connivencia de esta situación con el apoyo que los narcodelincuentes reciben desde el régimen venezolano han agravado sensiblemente una situación que, hoy por hoy, Washington considera atentatoria contra la seguridad de Estados Unidos. A ello se suma la posición del mandatario colombiano que sostiene la inutilidad de la erradicación de cultivos mientras no exista una política eficiente para impedir el consumo en los países desarrollados. Aunque una decisión en torno a esta materia responde a criterios claros y a las disposiciones de la Ley de Estupefacientes de 1986, deriva de la voluntad del presidente de Estados Unidos su aplicación y es preciso hacer notar que el momento no es el mejor en la relación bilateral. Gobiernos anteriores al de Trump han certificado al país a pesar de su criterio sobre resultados no satisfactorios, pero ha privado la necesidad de una colaboración con Washington de parte de quienes manejan estas operaciones. De hecho, Colombia proporciona información de inteligencia que es clave para la captura de envíos y las fuerzas militares de ambos países son entrenadas bilateralmente para el combate de esta actividad y la realización de operaciones conjuntas.

Una descertificación representará para el país la suspensión de ayuda militar y policial por cientos de millones de dólares, además de provocar sanciones económicas de envergadura. Para Estados Unidos, la decisión de la descertificación tampoco es sencilla por el gran aporte que hacen las fuerzas militares y la policía colombiana a su propia lucha antidrogas.  

Así que lo que ha sido hasta el presente una muestra de confianza y cooperación bilateral en el terreno de la batalla antidroga, pudiera terminarse con secuelas de mucho calibre. Colombia, al igual que otros países del hemisferio, ha sido alcanzada por la suspensión de las ayudas norteamericanas -USAID y otras- y ello ha provocado daños importantes en instituciones públicas y privadas que recibían sostén económico. Para Washington la decisión no es sencilla tampoco, dado el talante de su presidente y la importancia que le acuerda tanto al tema de la alienación de su sociedad por el consumo de drogas como por el control de la inmigración ilegal, un fenómeno con el que Colombia contribuye por la violencia interna que provoca la narcoguerrilla.

Las elecciones del país tendrán lugar en pocos meses y lo sensato es esperar hasta entonces para refrescar la relación y el tratamiento de este tema. El ánimo de cooperación de la población colombiana con Estados Unidos es mayoritario, lo que inclinaría la balanza, luego de los comicios, hacia un mejor control del narcotráfico y la violencia a través de una mejor y más eficiente administración y control territorial y el  debido reforzamiento de las fuerzas militares. No es el momento de castigar al país por las falencias de sus gobernantes. La situación venezolana con su enorme carga de responsabilidad en esta materia está en vías de solución y un paso de avance en esa materia pudiera debilitar sensiblemente, incluso propinar un golpe mortal a las fuerzas del mal que sostienen el narcotráfico.

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